Universitat de Barcelona
Puede
consultarse esta breve edición de párrafos de la mencionada obra de S. Barry
Barnes (edición que afecta especialmente a la interpretación de la obra de Thomas
Kuhn: "Estructura de las revoluciones científicas" por la que
estábamos particularmente interesados al redactar un proyecto docente y de
investigación) en el siguiente enlace:
OBRA
La
traducción de la obra desde el original inglés fue realizada por D. Juan Faci
Lacasta y la publicó Editorial Labor en 1987. La edición en castellano también
fue ofrecida más tarde (en 1994) por la editorial Orbis. Se consigna foto de la
portada de la edición inicial en lengua española.
En este
breve libro de escasamente 150 páginas, Barnes realiza un panorama potente
sobre determinados aspectos de la metodología de la ciencia y sobre la ciencia
misma. Entiendo que como ensayo de perspectiva histórica ha ganado valor con los años, a pesar de tratarse de una
obra de introducción. Recientemente he vuelto a leer algunos pasajes del libro
y pienso que es un ensayo científico original y de calidad, a pesar de los 30
años transcurridos.
En el
primer capítulo (“La aparición de la ciencia”) Barnes analiza la aparición y el
desarrollo de la ciencia como actividad especializada y profesional; y explora
cuales han sido los límites históricos que justifican su avance actual. También
analiza la visión que podríamos denominar marxista del desarrollo de la ciencia (una actividad que surge en
el seno de una sociedad capitalista, alimentándose mutuamente ciencia y sistema
económico) y la visión que podríamos llamar idealista-optimista: la sociedad
abre nuevas formas de vida; y la actividad científica en cada momento es una consecuencia
de estos avances.
En la presente obra de Barnes no se analiza la ciencia como objeto formal. Su objeto material
es la ciencia como actividad: cómo surge la ciencia moderna, cómo se organiza,
cómo ocupa el espacio social, y cómo se relaciona con el resto de actividades
humanas en el complejo social. Barnes trata de entender cómo se construye el
avance científico en el mundo moderno. Inmediatamente queda claro que los
avances debidos al genio individual y la serendipia tal vez sean necesarios, pero no resultan suficientes (ni mucho menos).
En el
segundo capítulo (“La ciencia por la ciencia”) se analiza la capacidad de los
científicos. El nivel científico de un país o una época no es equivalente a la
suma algebraica de los esfuerzos individuales. Son muy importantes a largo
plazo las suficientes dotaciones de recursos materiales y especialmente la
actitud colectiva (positiva o negativa) sobre el trabajo desarrollado por los
científicos que amplifica, o bien hace triviales o casi invisibles, las
consecuencias sociales de su trabajo. Barnes afirma que la comunidad científica
tiene una lógica propia, pero acepta que su autonomía es relativa.
Pone el
foco en el área sociológica y organizativa de construcción de la ciencia, que
avanza, no a título de conocimiento aislado, sino como un conjunto de saberes
que mejoran, se consolidan y se refinan gracias a estrechas relaciones de
interdependencia con las instituciones sociales más importantes en el campo de
la tecnología, en la economía, en el contexto militar, en el gobierno y en la
esfera política. Por tanto, Barnes en el campo de la ciencia moderna descarta
totalmente al romanticismo investigador como el motor principal. Pero afirma
claramente que, cada vez más, la ciencia se subordina a la evolución tecnológica
y, por tanto, aquélla nace y se desarrolla de forma crecientemente subordinada
a la segunda.
En el
primer capítulo Barnes se ha quejado del creciente acento en la “formación” o
la “preparación” de los científicos, más que en su “educación”. En la pág. 21 escribe:
“es cierto que la mayor parte de los cursos científicos universitarios no están
planteados esencialmente como una vía
hacia el conocimiento y el desarrollo del entendimiento. Su preocupación
fundamental, como indica el contenido de los exámenes y los procedimientos de
evaluación, así como las actividades que acaparan el mayor tiempo en los laboratorios
y en las clases, consiste en transmitir a los alumnos un cuerpo de conocimiento
técnico que adopta, en gran parte, la forma de destrezas y competencias específicas.
Y estas destrezas y competencias son seleccionadas por los científicos, con notable
unanimidad, como un medio para alcanzar el fin, para alcanzar el objetivo de obtener competencia técnica en la investigación científica.” En resumen: se potencia más
la capacidad para integrarse en equipos y trabajar bajo pautas, que la asociada
a la potenciación de la creatividad personal “fuera del sistema”, mediante un pensamiento
en verdad original aunque pueda resultar heterodoxo.
Para Barry Barnes existen tres enfoques sociológicos alternativos sobre la ciencia: I) la
ciencia como agente de cambio social; II) la ciencia como subcultura soberbia y encerrada
en sí misma y III) la ciencia como una institución cuya estructura y evolución derivan
directamente de las relaciones de poder de la Sociedad.
Pienso
que tal vez Barnes otorga excesivo protagonismo al área científica asociada a
su concreción pragmática en la tecnología. Esta posición es típica en los científicos
teóricos “duros”, pero en el fondo habremos de aceptar que Barnes describe lo
que vive. El predominio actual de la ciencia y la tecnología, que hace que cada
vez más los científicos definan los “qué” después de haber sido importantes en
la definición de los “cómo”, es heredero directo de la revolución científica
acaecida en los siglos XVI y XVII.
La
ciencia no es representada por sabios más o menos coordinados investigando por
su cuenta, sino que avanza gracias a conjuntos organizados de científicos que
están al cargo de proyectos de investigación en entornos intelectuales
especializados y alentados por el poder político de la forma más efectiva (que se sustancia en la
financiación suficiente y continuada para hacer frente a ciclos de
investigación complejos y largos). Galbraith hablaría de la subclase de los científicos, como integrada en la categoría humana que denomina "tecnoestructura".
Pero este concepto de tecnoestructura habría de ser más más amplio que el definido por Galbraith, porque abarcaría a las organizaciones científicas, universitarias y gubernamentales y no sólo al mundo directivo, científico y técnico de la gran corporación. Recuérdese que una de las grandes habilidades del conjunto de grandes empresas es lograr la transferencia de la responsabilidad de la financiación y el desarrollo de la investigación básica a los organismos gubernamentales (aunque esta tendencia se acentúa en Europa y se da menos en Estados Unidos) y, a pesar de esta derivada, continuar beneficiándose preferentemente de dichas inversiones intangibles públicas.
Pero este concepto de tecnoestructura habría de ser más más amplio que el definido por Galbraith, porque abarcaría a las organizaciones científicas, universitarias y gubernamentales y no sólo al mundo directivo, científico y técnico de la gran corporación. Recuérdese que una de las grandes habilidades del conjunto de grandes empresas es lograr la transferencia de la responsabilidad de la financiación y el desarrollo de la investigación básica a los organismos gubernamentales (aunque esta tendencia se acentúa en Europa y se da menos en Estados Unidos) y, a pesar de esta derivada, continuar beneficiándose preferentemente de dichas inversiones intangibles públicas.
Para Barnes su referente aquí no es Galbraith (al que no cita) sino Jurgen Habermas, cuando denuncia el posible
predominio de una sociedad tecnocrática en el caso de que la Ciencia empiece a
gobernar las grandes elecciones. Como dice Barnes: “En un momento como el
actual, en el que la consulta a expertos técnicos legitima las decisiones
políticas, se corre el riesgo de que el debate moral sobre fines se considere
fútil y sin sentido”.
Pero
nuestro autor no quiere llegar tan lejos como Habermas, dado que éste describía el peligro de una sociedad tecnocrática, peligro que Barnes unos pocos años después no veía factible, pues cree que es difícil que la Sociedad esté dominada por la ciencia, dado
que ésta no conlleva necesariamente una concentración paralela de poder.
Barnes es una especie de institucionalista científico; describe
la ciencia como una institución con prestigio y respeto crecientes en la
sociedad. Con un ejemplo moderno pensamos que tal vez la gente del común no entiende a qué se dedican los
científicos, aunque sí puede quedarle clara su importancia cuando –por ejemplo- hay que
interpretar el haz de tecnologías variadas que atesora un teléfono móvil, que
puede transmitir y recibir voz, imagen dinámica y datos, mediante aplicaciones
especializadas y muchas otras funciones. La gente de la calle sabe que una cosa
es dominar someramente el uso de una tecnología y otra es conocerla
profundamente para hacerla evolucionar y poderla producir o modificar.
Nuestro
autor se pronuncia sobre si la ciencia es un fin en sí mismo o no; y, por tanto, si
podría construirse una sociedad en la que el poder estuviera en manos de la
Ciencia. Comenta que este peligro es difícil que se concrete, mientras la
ciencia se aparte de la política y no intente sustituirla. La ciencia es un
medio poderoso para transformar la realidad, pero las elecciones deben
reservarse para el ámbito normativo o del poder. Pienso que Barnes aquí es
demasiado optimista al presuponer por defecto este respeto absoluto de ámbitos
y competencias.
Barnes explica que la ciencia está en continua evolución; y el planteo de dogmas de fe no parece la mejor forma de interpretar la realidad. A pesar de que el conocimiento científico es falible y falsable, no hay alternativa mejor para hacer avanzar el conocimiento humano.
Barnes explica que la ciencia está en continua evolución; y el planteo de dogmas de fe no parece la mejor forma de interpretar la realidad. A pesar de que el conocimiento científico es falible y falsable, no hay alternativa mejor para hacer avanzar el conocimiento humano.
Dado que
hemos mencionado los nombres de los dos primeros capítulos, hacemos constar
también los de los restantes.
En el
tercero, denominado “La autoridad”, Barnes compara la evolución histórica de la
autoridad científica comparada con la de la autoridad religiosa en asuntos de
fe.
En el
cuarto “Los expertos de la sociedad” analiza el problema del cientifismo, es
decir, la tendencia de los practicantes más extremistas de la ciencia a
considerar a ésta como una especie de nueva religión.
En el
quinto y último, Barnes efectúa unas “Reflexiones sobre el futuro” en las que analiza
la evolución de tecnologías entonces nacientes.
AUTOR
S. Barry
Barnes nació en 1943. Fue profesor de sociología y director de este
Departamento en la Universidad de Edimburgo; en 1992 se trasladó a la
Universidad de Exeter.
El Dr.
Barnes ha
realizado una larga y fecunda producción en el campo intelectual denominado CTS
(Ciencia, Tecnología, Sociedad), que inauguró de forma explícita el sociólogo
Robert Merton aproximadamente en 1938. Uno
de sus continuadores fue Thomas S. Kuhn (con su célebre obra "La
estructura de las revoluciones científicas" fechada en 1962).
La
crítica que realizó Barnes de esa obra de Kuhn fue el aspecto que, en la época
en que leí el libro, más me interesó de su aportación; pero actualmente reconozco
que su valor e interés es mucho más amplio.
En los
últimos años S. Barry Barnes ha iniciado una especialización de intereses
intelectuales. La Universidad de Exeter creó un centro de Genómica y su
dirección fue asumida por Barnes; quien, junto con un colega de carrera en
Edimburgo y Exeter (John Dupré) publicó el siguiente libro
en 2008:
Puede
verse una recensión de esta obra aparecida en "Oxford Journals"
-escrita por Gregor Mclennan- aquí:
Para
conocer en directo el pensamiento de Barnes, es interesante el siguiente video, con
una duración aproximada de una hora, de título: "Rasionalisation by
experts and their regulators". Es el 4º y último de una serie editada en
2014-15. Los otros tres son fácilmente localizables en Internet a partir del
que se presenta aquí:
En este campo es
interesante la lectura de un artículo de Barnes aparecido en la revista “Política y Sociedad” 14/15, 1993-94: “Cómo hacer
sociología del conocimiento”: