Joaquim-Andreu Monzón
Graupera [1]
Universitat de Barcelona
Nos remitimos a la entrada 175. de este blog para la lectura de ideas complementarias a las que a continuación se exponen en esta entrada 026.
En los ámbitos convencionales de la economía, parece normal que el enfoque del economista sobre cualquier problema económico a desentrañar siga estrechamente los enfoques de la economía neoclásica convencional, que aparentemente están adornados con una máxima asepsia y neutralidad.
El uso de hipótesis depuradas y la
introducción de las matemáticas y de los modelos, pueden aparentar un enfoque
exquisitamente neutral. Pero no es así.
El economista inglés Arthur PIGOU afirmó:
"Corresponde al corazón plantear los problemas y a la mente darles
solución. El corazón siente, la mente conoce."[2]
Por tanto, si hacemos caso a PIGOU, tal vez
deberíamos ocuparnos (con el corazón) de los problemas reales buscando la mejor
manera de solucionarlos (con la mente) que lo que viene siendo demasiado
frecuentemente el enfoque contrario (conocer a fondo un modelo [matemático, si
es posible, que aparenta más rigor] y ver si dicho modelo se puede aplicar al
máximo número posible de problemas reales, con una barra libre de hipótesis restrictivas.
Según expresó muy bien el filósofo y
antropólogo francés Paul RICOEUR: "No existe el modo de podernos abstraer
de toda ideología para adquirir un punto de vista perfectamente científico y
justo del desarrollo humano."[3]
En línea con la idea de RICOEUR, se puede
discutir si el talante personal del investigador puede influir a priori
sobre sus conclusiones cuando investiga en algún campo científico.
El insigne economista austríaco Josep A. SCHUMPETER
bien advertía que en un principio, el trabajo de los economistas arranca de un enfoque o "visión preanalítica"[4]
que condiciona parcialmente sus conclusiones científicas.
La
neutralidad en el investigador social no existe, puesto que
sus creencias y su sistema de valores se reflejan en el tipo de información que
maneja y la forma como la lee e interpreta.
Tendemos a formarnos una idea genérica e inicial
de un asunto, que es la que galvaniza un determinado tipo de sensibilidades;
esta idea puede hacer que el comportamiento del investigador sea no neutral,
puesto que puede dar más importancia a algunas ideas, datos y hechos que va
recogiendo, si son coherentes con su visión preanalítica; y en cambio puede
desestimar o minusvalorar otras, que van contra corriente del pensamiento y
orientación que él mismo se está forjando sobre el objeto de investigación.
En
ciencias sociales no hay leyes categóricas o irrebatibles. Existen tendencias y
existen verdades coyunturales o parciales. Demasiados hechos sociales, para el gusto de un
científico natural (matemático, físico, etc.) son poco taxativos y resultan
difíciles de interpretar clara e irrebatiblemente.
Al no existir verdades absolutas, es por lo
que se pueden efectuar dos buenas tareas científicas sobre un mismo conjunto de
hechos y en cambio, obtener conclusiones diferentes según cual sea el sistema
de valores y la concepción del mundo que atesora cada investigador social.
Como indicó el gran economista Premio Nobel
norteamericano Paul SAMUELSON: "dos científicos igualmente buenos pueden
discrepar en sus juicios de valor."[5]
Cuando el investigador reclama cambios o
critica comportamientos, es que no está viendo los hechos con la misma
perspectiva que albergan los principios que presiden el desenvolvimiento de la
vida real.
Por ello, la principal tarea del
investigador que quiere difundir unas conclusiones, consiste en convencer
primero a los demás que tienen que adoptar su propia visión general.
Habrá veces que no lo consiga, pero al
menos podrá defenderse de la inevitable acusación de derrotista o pesimista con
que le saludará la fracción que tiene el poder real en la sociedad.
El
grupo social que detenta el poder, tiene la habilidad de conseguir que los
demás quieran lograr los objetivos que necesita dicho grupo poderoso para sus
propios fines.
Por ello, el investigador que desea el
cambio (sea cuál sea el campo al que lo quiere aplicar) acaba agotando buena
parte de sus fuerzas creando un clima de opinión favorable para las
conclusiones de su investigación. Está luchando contra corriente contra
enfoques convencionales que muy pocos de sus propios seguidores se preguntan en
serio si pueden ser refutables.
SCHUMPETER escribió[6]: "Planeamos siempre demasiado y pensamos demasiado poco. Nos irrita la
llamada a la reflexión y odiamos el razonamiento no familiar que no se aviene
con lo que creemos o nos agradaría creer. Caminamos hacia el futuro, lo
mismo que hemos caminado hacia la guerra [de 1939]: con los ojos
vendados."
Contra
la imputación de derrotismo SCHUMPETER indica: "Rechazo que este término
sea aplicable a un esfuerzo de análisis. El derrotismo denota un cierto estado
psíquico que solamente tiene sentido con referencia a la acción”.
Sigue SCHUMPETER: “Los hechos en sí mismos
y las inferencias de ellos, no pueden ser nunca derrotistas ni lo contrario,
cualesquiera que sean. La información de
que un barco se está hundiendo no es derrotista. Tan sólo puede ser derrotista
el espíritu con que se recibe esta información. La tripulación puede
cruzarse de brazos y dejarse ahogar. Pero también puede precipitarse a las
bombas [de achique de agua]".
Según expresó
el sociólogo, economista y demógrafo francés Alfred SAUVY, el enfoque correcto
para los que reflexionan sobre los problemas del futuro, es enfocarlos desde el descontento sobre como se manifiesta el presente y desde el pesimismo activo ante el futuro.
Debe
reconocerse con SAUVY que el descontento es el motor del progreso[7]; no
hay progreso con la satisfacción.
El descontento sobre el presente y el
pesimismo activo ante el futuro previsible, han de ser dos palancas
intelectuales sólidas que permitan lograr un progreso del conocimiento por la
vía del cambio generalizado de los apriorismos y las opiniones, para que pueda
resultar un mecanismo transformador de la sociedad.
NOTAS
[1] La mayor parte de las ideas que siguen
están extraídas de las conclusiones de nuestra tesis doctoral, cuyo link de
consulta aparece en la entrada anterior (25).
[2] Citado por J.K. METHA: Interpretación filosófica de
la Economía. Ed. Deusto. Bilbao. 1ª Ed. 1.964. Pg. 84.
[3] RICOEUR,
P.: Science et idéologie. En: "Revue philosophique de
Louvain". Mayo 1.974. Citado por: DOMENACH, J.
M.: Crisis del desarrollo, crisis de la racionalidad. En: ATTALI, J.,
MASSÉ, P., ET ALIA: El mito del desarrollo. Ed. Kairós. Barcelona. 1ª
Ed. 1.980. Pg. 19.
[4] En general, la letra negrita que aparece
en esta entrada es nuestra.
[5]SAMUELSON, P.A.: Economía desde el corazón. Un
muestrario de SAMUELSON. Recopilación y notas introductorias de M.O.
KEATING. Ed. Orbis. Barcelona. 1ª Ed. 1.988. Pg. 74.
[6] SCHUMPETER, J.A.: Capitalismo,
socialismo y democracia. Ed. Aguilar. Madrid. 1.968. Ed. Orbis. Barcelona.
1.983. Tomo I. Prólogo. Pg. 13-14. Evidentemente, las circunstancias en las que
escribió SCHUMPETER estos párrafos hace setenta años no eran los problemas
asociados a la depredación de los recursos no renovables; pero el espíritu que
anida en estas palabras es perfectamente aplicable a dichos problemas.
[7] SAUVY, A.: La naturaleza social. Taurus
Ediciones. Madrid.
1ª Ed. 1.962. Pg. 154.
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