miércoles, 10 de abril de 2019

567 * Monzón, J.: "Influencia del comportamiento de las unidades familiares sobre el crecimiento de la demanda energética". Del cap. 7. T. D. 1992

Joaquim-Andreu Monzón Graupera

Universitat de Barcelona

A raíz de la publicación de la entrada anterior (566 *) he revisado algunas cuestiones que tenía escritas sobre energía y medio ambiente.

En la presente entrada aporto un subcapítulo de mi tesis doctoral que trata del comportamiento de las unidades familiares sobre el crecimiento de la demanda energética.

Puede consultarse a partir del siguiente enlace:

567. a.     https://bit.ly/2IfvDUJ

Las estadísticas lógicamente están desfasadas, por lo que si resulta de interés alguna de las argumentaciones lo será porque las conductas humanas son difíciles de modificar y las de diversas generaciones son bastante parecidas entre sí, a pesar de que en los años transcurridos se ha agravado sobremanera el problema energético y medioambiental.

Dado que hay numerosas citas que serían incompletas si no se pudiesen consultar en la bibliografía general, a continuación se hace constar el enlace para la obtención de las referencias bibliográficas completas:

567. b.     https://bit.ly/2ZbkEBd

En este escrito se hablaba de categorías socioeconómicas de la conducta humana, como los efectos "logro", "demostración" y "emulación". Para ello me basé en aportaciones del institucionalista W. C. Mitchell y en su seguidor, George Katona.

También mencioné determinadas categorías de consumo, popularizadas por el sociólogo Thorstein Veblen, por ejemplo el consumo ostensible (conspicuo), realizado en forma directa, o bien en forma vicaria. El consumo vicario era una categoría llamativa en tiempos de Veblen; y ahora es muy frecuente.

El consumo conspicuo, propio de la "clase ociosa" de Veblen, actualmente es el típico consumo de la "sociedad opulenta", que no solamente afecta a la conducta de la clase alta.

Galbraith también aporta conceptos como el de la "virtud social conveniente" que recogí en el documento.

Busqué la ayuda de todos esos conceptos porque son los que explican el hecho de que el crecimiento de la demanda energética en España (que en los párrafos que siguen no separan las conductas de familias y empresas) ha sido bastante correlativo al del PIB y solamente a partir de la brutal caída del crecimiento provocado por la crisis acaecida desde 2007-08, ha empezado a separarse de la evolución del PIB.

Véase el interesante artículo de Labandeira, Labeaga y López publicado en 2016: "Un metaanálisis sobre la elasticidad-precio de la demanda de energía en España y la Unión Europea" (Papeles de Energía, núm. 2, Diciembre de 2016), en donde se indica:

"La demanda de energía en la UE ha permanecido bastante estable en las últimas dos décadas, experimentando una caída a partir de la crisis económica. En el caso español la demanda de energía ha seguido un patrón similar al del PIB, aunque con un incremento mayor durante buena parte de la década de los noventa y principios de este siglo, y una caída más acusada desde el inicio de la crisis económica. Sin embargo, aunque parece existir una cierta reacción de la demanda de energía a variaciones en sus precios, la relación no es tan clara".

Aquí no estamos tan interesados en la elasticidad-precio -que es el objeto principal del artículo- como en la elasticidad-renta, pero en el párrafo mencionado hablan de la última. Véase:

567. c.    https://bit.ly/2GhxghA

En la parte de conclusiones, y siempre referidas a la elasticidad-precio, Labandeira et alia concluyen:

"...los valores obtenidos de las elasticidades no son muy elevados, de manera que el incremento de los precios de la energía (exógeno o causado por la aplicación de políticas públicas) dará lugar, ceteris paribus, a una reducción menos que proporcional en la demanda tanto a corto como a largo plazo. Por tanto, las políticas energéticas, fiscales o ambientales orientadas exclusivamente a influir sobre los precios de la energía tendrán un alcance limitado y deberán complementarse con otro tipo de políticas (información, incentivos, regulaciones, etc.) si pretenden alcanzar objetivos ambiciosos de reducción de la demanda de energía".

El consumo de energía y sus variaciones con relación a la evolución de sus precios es bastante rígido, porque los efectos sustitución entre unas energías más caras y otras más baratas a corto plazo (o de energías caras a mecanismos de ahorro de energía) son difíciles de realizar, debido a que cada vector energético tiene un mecanismo convertidor. Por ejemplo, el paso de la calefacción eléctrica a otra basada en el gas natural es imposible de realizar si no se cambia toda la instalación de conversión, que genera una inversión difícil de asumir, especialmente si su consecuencia es algo tan esponjoso como un futuro ahorro que aún hay que demostrar. La alternativa a corto plazo es obvia: la reducción del confort a base de moderar el consumo.

La curva de demanda de la energía eléctrica con respecto al precio es claramente inelástica, por varias razones: La electricidad es un "bien superior" cuyo crecimiento de consumo es superior al crecimiento de renta; cada vez más es un vector básico si se quiere hacer funcionar cualquier otro vector energético (por ejemplo, una caldera de gas necesita suministro eléctrico para funcionar). Por otra parte el consumidor normalmente no tiene ni idea del alta ineficiencia de la conversión de energía eléctrica en calor. La única forma que existe para "huir" de la electricidad es un gran crecimiento del precio del Kw/h, hecho que ha sucedido en los últimos años, sin que los consumidores presenten mecanismos de defensa posibles, excepto que puedan usar energías alternativas que no pasen por el contador eléctrico.

Me causa suma extrañeza que actualmente haya tan escasa cantidad de estudios sobre la elasticidad-renta de la demanda de la energía; la mayor parte de los análisis se basan en la elasticidad-precio.

Entiendo que en los países donde no se ha producido suficiente concienciación -vía mensajes gubernamentales o via presión contundente de los aumentos de los precios- de la necesidad de reducir el consumo de energía, éste continúa evolucionando igual o más rápidamente que el crecimiento del nivel de renta. Mayores rentas exigen consumos de energía en muchos casos más que proporcionales al aumento de la renta. Mientras la energía no sea un "bien inferior" eso continuará siendo así.

Acabo respaldándome en alguna de las conclusiones de mi tesis, que no considero anticuadas:

En el caso de las familias, la energía -especialmente en sus formas más sofisticadas, como la electricidad- es un "bien superior", por lo que no es de extrañar una exigencia de crecimiento rápido en el consumo energético de éstas, conforme disponen de mayor nivel de renta.

El estilo de vida occidental se basa en un consumo intensivo de energía tanto de las familias como en el campo empresarial. Consumo basado en una filosofía de uso y abuso de la naturaleza, de la que la mayor parte de la población ni siquiera es consciente. 

La producción en general de las empresas, cada vez con mayor despilfarro asociado -tanto directo como indirecto- de energía de alta calidad y del bien denominado "medio ambiente", es asumida por un subtipo de familias poco concienciado (la mayor parte de familias acomodadas no lo están) para las que el criterio básico consiste en sopesar si se puede pagar monetariamente el conjunto de bienes fabricados, sean nefastos para el medio ambiente o no.

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